Apartada en una orilla, jadeante y sudorosa veo como algunos se quedan por el camino y otros me adelantan pese a que también están cansados. Veo como luchan y como se fuerzan, se superan poco a poco y pelean contra el cansancio.
Pero yo no quiero andar. Ya no quiero andar.Me quedo en el camino, pensando y valorando. Y poco a poco se desvanecen las oportunidades que me dan para continuar mi travesía. No hago mas que excusarme: "Estoy cansada", "En diez minutos", "Estoy perezosa ahora". Pese a que veo cómo se pone el sol y la necesidad de resguardarme en algún sitio de los lobos. Vencida, no me levanto porque ya he perdido la esperanza de conseguir llegar a la posada a tiempo.
"¿Qué coño te crees que haces?" - Una voz resuena, no muy desconocida - "¿Vas a dejarte morir así? ¡ Levántate, hostia! - Me decía mientras me obligaba a levantarme
Casi a patadas me apremia a moverme, me obliga a correr y a valorar lo que tengo y lo que soy. Me da soplos de aire frío y me ayuda en lo que puede. Aunque la voz sabe, que no puede recorrer el camino por mí, me anima a continuar y no perder la esperanza.
Y después de largas horas de carrera y una ardua charla con aquella voz, empiezo a comprender que ya no sólo lo tengo que hacer por mí, sino también por ella.
Ella, la voz, ha apostado por mi.
Y no la voy a decepcionar. Voz compasiva, por ti voy a luchar y voy a correr. Por ti y por lo que soy alcanzaré la posada antes de que anochezca. NO PIENSO MORIR.
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