jueves, 22 de noviembre de 2012

19ª Página: Temor

Bailábamos juntos en aquel gran salón de vidrio. Nos mirábamos y sonreíamos mientras seguíamos el compás de la música. Sus ojos felinos y negros siempre estaban alerta de mis movimientos y sus pupilas ovaladas siempre se dilataban al máximo cuando querían susurrarme algo. Me encantaba sentir como sus caderas se movían junto a mi cuerpo y acercarla a mí justo en el último y gran paso. Al final, siempre tomábamos un trago de agua de la misma botella y salíamos cogidos del brazo de esa sala que nos unió tanto a lo largo de los felices años que tuvimos juntos.
Fue aquella tarde ya sombría de un astro casi extinto, la que murmuraba palabras de advertencia fundidas en el viento. Me golpeaba con violencia intentando arrojarme contra el suelo. Ella sonreía. Seguía caminando  sin inmutarse a pesar de mis dificultades para caminar. 

Fue mucho después cuando tomé conciencia del lugar en el que me encontraba, la incesante lucha contra aquello que pretendía abatirme perturbaba todos los sentidos que poseía. Apenas puedo recordar una gran y oscura espesura a nuestro alrededor y un chirriante sonido que me penetraba hasta mis mas profundas y sangrientas entrañas que se iban descomponiendo cada segundo que transcurría. A su vez el horror y el miedo invadían mi mente nublando mi ya tan agotado juicio. Por un momento presa del pánico, me atreví a dejar de perseguirla, pero aquello impedía quedarme quieto.
Cuando ya mi espíritu estuvo a punto de emigrar en medio de aquello que parecía un oscuro claro de bosque, la bella dama dejome yacer en el mugriento barro y aquello se desvaneció como el humo de un cigarro en la brisa. Entonces fue cuando ella dirigió su mirada hacia mí con desprecio y dijo: - Ya no soy su hermosa señora, soy su pesadilla mas temida.


.../continuará/

martes, 20 de noviembre de 2012

18ª Página: Nada.



Esta era una de esas noches en las que la cabeza no me dejaba dormir. Salí al jardín del hotel para despejar las ideas. Sólo quería caminar y olvidarme de mi alrededor. Mi vello se estremecía, hacía frío y comenzaba a nublarse el camino. En ese momento caí en la cuenta de que no había sido muy buena idea salir del hotel a tan altas horas de la noche, pero ya a mitad de camino no estuve dispuesto a darme la vuelta y volver a la cama de mi habitación. Continué caminando, buscando a duras penas la senda para encontrarme con aquel precioso estanque que ya había visto por la mañana.
-Ahí está- Me dije cuando lo vi entre tanta niebla -¿Y ahora qué?- Simplemente me senté a esperar en el banco forjado de al lado. Sabía que tenía que esperar.
-Algo sale del lago, ¿Una niña?- Y ella me tendió la mano, como si yo su padre fuera y me pidió que la acompañara a buscar sus sombras. No me lo pensé, ni me pregunté que hacía allí la niña. Al mirarle a los ojos todos mis pensamientos se deformaron, se derritieron sobre la tierra y se desvanecieron, mis piernas andaban solas y aunque el agua estuviera fría, casi congelada, mi cuerpo no reaccionaba a ella, simplemente seguía dormitando en esa especie de sueño real. Lo podía sentir, pero no reaccionar a ello.
La chiquilla simplemente me señaló unas extrañas sombras junto a los juncos del otro extremo del lago y mis brazos y mis piernas enseguida supieron que hacer; sumirse en ellas.
A partir de ahí no recuerdo apenas demasiado. Recuerdo verlo todo rojo y vibrante, recuerdo ver la sonrisa de esa niña esbozada en su cara y derretirse con el paisaje, recuerdo tener miedo y correr desnudo entre los árboles, recuerdo entrar sigilosamente dentro del hotel, recuerdo sentir correr la sangre por mis manos.
Ahora estoy solo en el hotel. No hay mas clientes, ni empleados. Ni siquiera están mis hijos.

Ya no merezco estar, tampoco me queda nada por lo que existir.

Ésta es la finalidad de esta carta, que conozcáis lo que yo conozco: nada.