martes, 20 de noviembre de 2012

18ª Página: Nada.



Esta era una de esas noches en las que la cabeza no me dejaba dormir. Salí al jardín del hotel para despejar las ideas. Sólo quería caminar y olvidarme de mi alrededor. Mi vello se estremecía, hacía frío y comenzaba a nublarse el camino. En ese momento caí en la cuenta de que no había sido muy buena idea salir del hotel a tan altas horas de la noche, pero ya a mitad de camino no estuve dispuesto a darme la vuelta y volver a la cama de mi habitación. Continué caminando, buscando a duras penas la senda para encontrarme con aquel precioso estanque que ya había visto por la mañana.
-Ahí está- Me dije cuando lo vi entre tanta niebla -¿Y ahora qué?- Simplemente me senté a esperar en el banco forjado de al lado. Sabía que tenía que esperar.
-Algo sale del lago, ¿Una niña?- Y ella me tendió la mano, como si yo su padre fuera y me pidió que la acompañara a buscar sus sombras. No me lo pensé, ni me pregunté que hacía allí la niña. Al mirarle a los ojos todos mis pensamientos se deformaron, se derritieron sobre la tierra y se desvanecieron, mis piernas andaban solas y aunque el agua estuviera fría, casi congelada, mi cuerpo no reaccionaba a ella, simplemente seguía dormitando en esa especie de sueño real. Lo podía sentir, pero no reaccionar a ello.
La chiquilla simplemente me señaló unas extrañas sombras junto a los juncos del otro extremo del lago y mis brazos y mis piernas enseguida supieron que hacer; sumirse en ellas.
A partir de ahí no recuerdo apenas demasiado. Recuerdo verlo todo rojo y vibrante, recuerdo ver la sonrisa de esa niña esbozada en su cara y derretirse con el paisaje, recuerdo tener miedo y correr desnudo entre los árboles, recuerdo entrar sigilosamente dentro del hotel, recuerdo sentir correr la sangre por mis manos.
Ahora estoy solo en el hotel. No hay mas clientes, ni empleados. Ni siquiera están mis hijos.

Ya no merezco estar, tampoco me queda nada por lo que existir.

Ésta es la finalidad de esta carta, que conozcáis lo que yo conozco: nada.

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