
-Ahí está- Me dije cuando lo vi entre tanta niebla -¿Y ahora qué?- Simplemente me senté a esperar en el banco forjado de al lado. Sabía que tenía que esperar.
-Algo sale del lago, ¿Una niña?- Y ella me tendió la mano, como si yo su padre fuera y me pidió que la acompañara a buscar sus sombras. No me lo pensé, ni me pregunté que hacía allí la niña. Al mirarle a los ojos todos mis pensamientos se deformaron, se derritieron sobre la tierra y se desvanecieron, mis piernas andaban solas y aunque el agua estuviera fría, casi congelada, mi cuerpo no reaccionaba a ella, simplemente seguía dormitando en esa especie de sueño real. Lo podía sentir, pero no reaccionar a ello.
La chiquilla simplemente me señaló unas extrañas sombras junto a los juncos del otro extremo del lago y mis brazos y mis piernas enseguida supieron que hacer; sumirse en ellas.

Ahora estoy solo en el hotel. No hay mas clientes, ni empleados. Ni siquiera están mis hijos.
Ya no merezco estar, tampoco me queda nada por lo que existir.
Ésta es la finalidad de esta carta, que conozcáis lo que yo conozco: nada.
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