Quisiera tener tu piel pegada a la mía, poder acariciarla suavemente mientras escucho tu respiración entrecortada y profunda bajo los estallidos de las gotas caer sobre nuestros cuerpos desnudos.
Quisiera poder mirarte con lujuria y a su vez cariño a través del vapor mientras te sonrío sin un ápice de timidez.
Quisiera que mis dedos tuvieran vida propia para recorrerte poco a poco, mientras el agua nos besa con sus húmedos labios perdiéndose en el contorno de un abrazo que no acabe nunca.
¿Qué es el amor sino mostrarse desnudo ante otro?. Ya no hablo del sentido superficial y lujurioso del acto sino de desvelar a una persona tu "yo" más intimo y puro. Hablo de dejarla caminar dentro de tu mente sin miedo a que se apodere de ella, hablo de permitirle tomarse el gusto de jugar en las praderas de tus pensamientos con los recuerdos de tu infancia así como mostrarle las mas oscuras y sombrías plazas de tu ser sin temer que huya o se esconda. Eso es el Amor.
El Amor no es ciego, es crítico consigo mismo y quien alguna vez lo ha padecido nunca ha negado los defectos del ser amado pero tampoco los ha adorado como si de una ventaja se tratase ya que un defecto sigue siéndolo mires como lo mires. Simplemente los ha aceptado y admitido y se ha obligado a convivir con ellos.
El Amores música y por ello las conciencias de los amantes deben unirse como si de dos instrumentos de la orquesta de Viena se tratasen. Deben compenetrarse a la perfección e interpretar la melodía de sus vidas en armonía.
El Amor también es libre, tan libre como si de gorriones en primavera se tratara y por ello sus almas deben viajar juntas por el simple placer de hacerlo y no por una jaula que el otro le ha impuesto. Nunca, jamás llegarán a pisar tierra aquellos pardales que emprendan su aventura porque ambos se ayudarán para continuar el vuelo eterno.
El Amor no es lujurioso ni pasional aunque a veces emerja la libido, sino cariño y comprensión. Y por ello no nace inmediatamente sino ambos lo van construyendo cada día que pasa, por lo que un amor SIEMPRE será correspondido, porque la real amistad es el AMOR VERDADERO.
Bailábamos juntos en aquel gran salón de vidrio. Nos mirábamos y sonreíamos mientras seguíamos el compás de la música. Sus ojos felinos y negros siempre estaban alerta de mis movimientos y sus pupilas ovaladas siempre se dilataban al máximo cuando querían susurrarme algo. Me encantaba sentir como sus caderas se movían junto a mi cuerpo y acercarla a mí justo en el último y gran paso. Al final, siempre tomábamos un trago de agua de la misma botella y salíamos cogidos del brazo de esa sala que nos unió tanto a lo largo de los felices años que tuvimos juntos.
Fue aquella tarde ya sombría de un astro casi extinto, la que murmuraba palabras de advertencia fundidas en el viento. Me golpeaba con violencia intentando arrojarme contra el suelo. Ella sonreía. Seguía caminando sin inmutarse a pesar de mis dificultades para caminar.
Fue mucho después cuando tomé conciencia del lugar en el que me encontraba, la incesante lucha contra aquello que pretendía abatirme perturbaba todos los sentidos que poseía. Apenas puedo recordar una gran y oscura espesura a nuestro alrededor y un chirriante sonido que me penetraba hasta mis mas profundas y sangrientas entrañas que se iban descomponiendo cada segundo que transcurría. A su vez el horror y el miedo invadían mi mente nublando mi ya tan agotado juicio. Por un momento presa del pánico, me atreví a dejar de perseguirla, pero aquello impedía quedarme quieto.
Cuando ya mi espíritu estuvo a punto de emigrar en medio de aquello que parecía un oscuro claro de bosque, la bella dama dejome yacer en el mugriento barro y aquello se desvaneció como el humo de un cigarro en la brisa. Entonces fue cuando ella dirigió su mirada hacia mí con desprecio y dijo: - Ya no soy su hermosa señora, soy su pesadilla mas temida.
Esta era una de esas noches en las que la cabeza no me dejaba dormir. Salí al jardín del hotel para despejar las ideas. Sólo quería caminar y olvidarme de mi alrededor. Mi vello se estremecía, hacía frío y comenzaba a nublarse el camino. En ese momento caí en la cuenta de que no había sido muy buena idea salir del hotel a tan altas horas de la noche, pero ya a mitad de camino no estuve dispuesto a darme la vuelta y volver a la cama de mi habitación. Continué caminando, buscando a duras penas la senda para encontrarme con aquel precioso estanque que ya había visto por la mañana.
-Ahí está- Me dije cuando lo vi entre tanta niebla -¿Y ahora qué?- Simplemente me senté a esperar en el banco forjado de al lado. Sabía que tenía que esperar.
-Algo sale del lago, ¿Una niña?- Y ella me tendió la mano, como si yo su padre fuera y me pidió que la acompañara a buscar sus sombras. No me lo pensé, ni me pregunté que hacía allí la niña. Al mirarle a los ojos todos mis pensamientos se deformaron, se derritieron sobre la tierra y se desvanecieron, mis piernas andaban solas y aunque el agua estuviera fría, casi congelada, mi cuerpo no reaccionaba a ella, simplemente seguía dormitando en esa especie de sueño real. Lo podía sentir, pero no reaccionar a ello.
La chiquilla simplemente me señaló unas extrañas sombras junto a los juncos del otro extremo del lago y mis brazos y mis piernas enseguida supieron que hacer; sumirse en ellas. A partir de ahí no recuerdo apenas demasiado. Recuerdo verlo todo rojo y vibrante, recuerdo ver la sonrisa de esa niña esbozada en su cara y derretirse con el paisaje, recuerdo tener miedo y correr desnudo entre los árboles, recuerdo entrar sigilosamente dentro del hotel, recuerdo sentir correr la sangre por mis manos.
Ahora estoy solo en el hotel. No hay mas clientes, ni empleados. Ni siquiera están mis hijos.
Ya no merezco estar, tampoco me queda nada por lo que existir.
Ésta es la finalidad de esta carta, que conozcáis lo que yo conozco: nada.
Su cabello es negro como el tizón y casi siempre lo lleva suelto y sin ningún arreglo, pero tiene la manía de recogerse el pelo en una bola a lo alto de su cabeza cuando está calculando. En cambio su piel es blanca, casi tanto como la niebla y las nubes pero a la vez rosada. Su mirada es penetrante, hace estremecerme cuando me mira, y en sus ojos de gatita perspicaz veo una chica sencilla, humilde y algo malvada, esos ojos marrones que me pierden tanto, que cambian de color cuando esboza una sonrisa. Una sonrisa de esos preciosos labios rosados, pequeños y lujuriosos pero a la vez puros y sencillos que encierran sabiduría. Preciosa chica de pequeñas manos, quien soy yo para mirarte con mis lascivos ojos, que te penetran y te desnudan cada vez que te miran, soy solo un hombre, hombre que desea tu cuerpo, tu boca y tu mente, desea unirse contigo en un sin fin de caricias.
Marrón, como la tierra a la que yo amo, es su pelo. Corto, aunque no demasiado y bien desarreglado. De piel pálida y fría, como la nieve de Enero. Sus ojos grandes y azules, como el ancho mar. En el mar no querría bañarme, no, sino en sus ojos, que loca me vuelven. La sonrisa, sin duda, es casi lo mejor de todo. Esa sonrisa de seductor, sonrisa enigmática que acobarda, que me trastorna y me transforma en lo que no soy, una gata avariciosa, que busca uno de esos besos de esos labios de ese hombre. ¡Que hombre! Hombre alto, inteligente y cariñoso. Es un dios de los dioses ya que, mas en su poder me tiene que el propio carcelero que aquí presa me alberga. Sedienta de carne, de labios, sedienta de él. Sólo quiero huir, huir para encontrarte.
Para un amigo y todos aquellos que se encuentren en su situación:
Todos queremos caminar descalzos sobre un colchón de pétalos rosas. Podemos incluso llegar a matar amistades, relaciones sólo porque nos simplifica la vida. Estamos bien, ajenos a todo problema externo, refugiados de pisar suelo real con la ayuda de nuestro precioso colchón de pétalos de rosas.
El problema llega cuando al caminar vamos recorriendo la rosa y vamos dejando atrás los pétalos, llegando al tallo y a sus ineludibles espinas.
Claro que duelen, pero el "contínuo sufrimiento" que pasaron otros caminando sobre piedras, ahora lo pasas tu caminando sobre espinas.
Al final la realidad acaba llegando. Da igual donde te refugies, da igual donde te escondas ni en que pienses. Ella llegará, pese a que te hayas fumado doce porros en un día, pese a que hayas acabado con el mueblecito-bar de tus padres. Ella llegará, y con mas fuerza aún.
Volvía, como cada fin de semana de mi vida en el que tengo consciencia de casa de mi padre. Después de haber estado un fin de semana con él y su novia comenzaba el trayecto de vuelta en el mismo autobús que desde hace 4 años. La situación se repetía sin excepción año tras año, semana tras semana, y ajena al mundo exterior tarareaba canciones en mi cabeza hasta ayer.
Fue la primera vez que lo vi en frente del banco donde solía sentarme. Era un chico moreno, no muy alto y con los ojos marrones. Tenia una imponente y bien recortada barba que le hacía verse más viejo. También era bastante grande, tenía una espalda muy ancha así como sus brazos. Pero tampoco estaba gordo. Lo que mas me gustaba de él eran sus enormes manos.
Estaba dibujando. Sostenía en su enorme mano un endeble lápiz de mina blanda y trazaba finas lineas en lo que parecía ser un retrato. No pude contener mi curiosidad y decidí acercarme a mirar. Él sabía que yo estaba allí, observándolo. Pero ni siquiera quiso girarse a mirarme a los ojos, simplemente continuó con su tarea sin inmutarse.
La hora de partida de mi bus cada vez se acercaba más, así como él se aproximaba a finalizar su trabajo. Sólo faltaban los rasgos del rostro de la mujer cuando se volvió hacia mí y me miró fijamente a los ojos. Ambos sonreímos y acto seguido continuó dibujando. Yo ya no miraba el dibujo, lo miraba a él.
Mi autobús llegó a la estación. Tenía que irme, me dirigí enseguida hacia él, pero no quería marcharme sin antes saber su nombre así que a mitad de camino no pude contenerme y me dí la vuelta para preguntárselo. Él ya estaba detrás de mí.
- Francisco, encantado.
Y me dio un papel, que parecía ser su dibujo. No tuve tiempo para decirle mi nombre ni decirle adiós. Me quedé anonadada, paralizada. Sólo se me ocurrió dirigir mi mirada hacia el dibujo. Era una mujer. Era yo.
Diez minutos después ya me dirigía hacia Madrid. No pude dejar de pensar en ese misterioso chico ni en ese dibujo perfecto que me ponía los pelos de punta.
Como cada día de mi vida, abrí la puerta con aquella llave
roja de mi llavero. Empujé el picaporte con la mano izquierda en la que llevaba
el portátil de mi oficina. En ese momento fue en el que me percaté de que había
anochecido, me vino bien la Luna alzada ya que mis piernas casi no me sostenían
y los párpados de mis ojos apenas aguantaban arriba.
Me dirigí
hacia mi lúgubre habitación. Algo había cambiado. Ella estaba ahí, esperándome. Sentada en la
cama con aquella enfermiza y amarillenta mirada. Aquellos ojos perdidos
buscaban la luz por la ventana en su consumido rostro. Su frágil respiración la
obligaba a vivir del poco oxígeno que quedaba en aquella habitación. ¿Ante
quién me encontraba?
Me quedé paralizado junto a la puerta, observándola. No
sabía quién era ni cómo había llegado ahí. Pero verla así me quemaba por
dentro. ¿Era importante?
Cuando la vi muriendo con sus ojos clavados en los míos, con
una sonrisa irónica en aquella horrible cara, sentí cómo mi esencia desaparecía
y entendí que no era cualquiera quien moría en esa cama sino yo.
Me desperté desnuda junto al alba. La ventana había quedado abierta y los primeros rayos de sol me acariciaban la cara. No pude evitar esbozar una sonrisa al pensar en que había realizado mi mayor sueño: pasar una noche con él, poder perderme en su intensa mirada y sentir su cuerpo desnudo contra el mío.
Él, que seguramente estará ahora recordando en profundos sueños la alocada noche de ayer.
¡Qué noche!
Nadie podría expresar cómo me tocaba, la rudeza de sus brazos y cómo me agarraba cariñosa y violentamente. Sus palabras vacilantes, inseguras me volvían aún mas loca. Y su sonrisa, sobre todo su sonrisa llena de ternura que a su vez emanaba un río de lujuria me obligaba a desearlo aún mas.
¡Qué noche! Pero qué fugaz.
En ese momento no pude evitar girarme para verlo una última vez, besarle sus ahora pálidos y fríos labios y acurrucarme sollozando junto a su cuerpo. Maldecía a Dios y a sus leyes y a nuestra apresurada despedida.
Bueno, era de esperar, a la muerte no le gusta compartir pareja y la pobre tez cadavérica de mi amor ya me pedía descansar donde debía.
Pese que aun un largo camino tengo que recorrer, mis piernas ya flaquean y mi esperanza desaparece. Mis ilusiones se desvanecen y sin dudarlo un instante me dejo caer sobre el suelo.
Apartada en una orilla, jadeante y sudorosa veo como algunos se quedan por el camino y otros me adelantan pese a que también están cansados. Veo como luchan y como se fuerzan, se superan poco a poco y pelean contra el cansancio.
Pero yo no quiero andar. Ya no quiero andar.
Me quedo en el camino, pensando y valorando. Y poco a poco se desvanecen las oportunidades que me dan para continuar mi travesía. No hago mas que excusarme: "Estoy cansada", "En diez minutos", "Estoy perezosa ahora". Pese a que veo cómo se pone el sol y la necesidad de resguardarme en algún sitio de los lobos. Vencida, no me levanto porque ya he perdido la esperanza de conseguir llegar a la posada a tiempo.
"¿Qué coño te crees que haces?" - Una voz resuena, no muy desconocida - "¿Vas a dejarte morir así? ¡ Levántate, hostia! - Me decía mientras me obligaba a levantarme
Casi a patadas me apremia a moverme, me obliga a correr y a valorar lo que tengo y lo que soy. Me da soplos de aire frío y me ayuda en lo que puede. Aunque la voz sabe, que no puede recorrer el camino por mí, me anima a continuar y no perder la esperanza.
Y después de largas horas de carrera y una ardua charla con aquella voz, empiezo a comprender que ya no sólo lo tengo que hacer por mí, sino también por ella.
Ella, la voz, ha apostado por mi.
Y no la voy a decepcionar. Voz compasiva, por ti voy a luchar y voy a correr. Por ti y por lo que soy alcanzaré la posada antes de que anochezca. NO PIENSO MORIR.
Hoy, en "honor" a mi cumpleaños, he decidido hacer algo diferente.
Como ya sabéis, para mi la música es algo muy importante. Y por eso he decidido hacer un nuevo "apartado" de música. Y con ellas colgadas escribiré las sensaciones que me transmiten
Para comenzar: Greensleves.
(PD: Recomiendo leer el texto mientras se escucha la canción pausadamente al son de la música, si no, no tiene gracia)
Escucho a la brisa susurrarme cosas preciosas
mientras mis rizos descansan sobre la verde hierba
y mis manos acarician el pasto de la colina.
Me encanta sentir el frescor del rocío acariciando mi espalda.
No puedo evitar mirar al cielo y verlas a ellas
tan inmensas y grandiosas. Tan libres y alegres
que danzan por el firmamento junto al viento y las hadas
siendo refugio de aves y de imaginaciones fracturadas.
Y ahora son objetivo de lo que ahora es mi pensamiento
ocupar mi cabeza tal y como ocupan el espacio.
Siempre han estado invadiendo mi imaginación.
Fantaseaba con ellas, siendo una de ellas
estando con cada una de esas nubes
sintiendo el aire acariciar mi cara
y ver a las rapaces sobrevolar nuestro terreno.
Escuchar el susurro de los árboles
y observar a los animales salvajes en sus bosques.
Poder izar mi cabello como una bandera
y por una vez sentirme libre,
poderosa y estar orgullosa de lo que soy.
Bailotean alrededor de mí
me imagino formas e historias con ellas.
Quizás se rian de mi. Quizás yo me ria junto a ellas.
El calor abrumador me acaricia y mi piel va tornándose carmesí y poco a poco se va empapando de mi cáliz.
Lo busco y no lo encuentro, está escondido bajo su abrigo. Tu me ayudas a cogerlo y aprovechando, lo acaricio suavemente con mis labios, mi lengua comienza a juguetear con él. Lo dejo deshacerse lentamente en mi boca. Lo saboreo, lo gozo, me deleito...
Y tú, despiadado seductor me sonríes y yo con él entre mis labios te sonrío. Y, aunque él quiere refrescarme, mi boca arde mientras lo chupa.
Cuando llegué, él ya estaba allí. Miraba arrepentido hacia el horizonte mientras de sus ojos emanaban dulces gotas de cristal. El sol se ponía tras aquellos grandes cipreses. El cielo tornaba morado mientras frotaba sus manos intentando asearse. Sus lágrimas se mezclaban con la sangre y poco a poco el cielo se tornaba del color de ésta. Su expresión de tristeza manifestaba arrepentimiento. Pero no era así.
No sé como lo sabia. Pero lo sabía.
Y además intuía que a pesar de todo nunca dejaría de quererle. A él, a mi hermano.
Pese a que el ensangrentado cielo lo cubriese de culpa y su pecho y su alma estuvieran cubiertos de mi propia sangre
Casi no lo conocía, y ya confiaba mucho en él. Era alto, moreno y con la piel muy blanca. Debo decir que desde el principio me cautivaron esos ojos azules y sus labios carnosos, me resultaba realmente atractivo. Su sonrisa, recuerdo que esa sonrisa de seductor que tenía me volvía realmente loca.
Pero solo fuimos amigos.
Me invitó a vivir una aventura, pasar la noche en un hospital abandonado de los años setenta. Me lo pensé dos veces, porque casi no lo conocía, pero... ¡Que demonios! No me iba a pasar nada si estaba con él.
La noche era fría, muy fría y oscura. Estaba muy asustada. El hospital era lúgubre, lleno de moho, charcos y telarañas. Pero estaba él, y con él mi miedo desaparecía.
Fuimos a explorar los pisos subterráneos y curiosamente las habitaciones y pasillos estaban mas nuevas y limpias que en los pisos superiores. Me daba igual, era seguro. Él se paseaba tranquilamente a través de todos y cada uno de los pasadizos, sonriendo cuando me miraba y me veía cara de estar muy asustada. Se reía de mi, y eso (no se por que) me hacía sentir segura.
Decidimos pasar la noche acurrucados en una habitación del hospital, al lado del típico carrito que llevan las enfermeras. Sentí un pinchazo, me dolió. Pero el me abrazó amorosamente y juntos nos sumimos en nuestros sueños.
En el bosque abandonado sus lágrimas surcaban su cara y quemaban su alma hasta magullarla. El viento que zarandeaba su oscuro cabello y acunaba su pálido cuerpo la consolaba, soplaba sus penas y mecía sus lágrimas. Le susurraba al oído palabras invisibles mientras los ruiseñores le cantaban alegres canciones.
Pero ella solo lloraba.
Los arboles bailaban al son de la música de sus hojas para alegrarla y los insectos la acariciaban suavemente para animarla. Incluso los lobos y ardillas la miraban y se acurrucaban con ella para que no se sintiese sola.
Todo fue en vano pues la bella muchacha sin aliento quedó y su frío cuerpo entre arbustos sucumbió.
Pobre hija de la naturaleza, cuya mirada fue una vez ladrona de muchos corazones ahora se hallaba pétrea, fija y sin vida.
¿Fue la naturaleza quien le quito la vida? ¿O fue el ser humano?
Pobre muchacha, sólo el viento y los árboles la echarían de menos.
Sentía cómo sus grandes manos me acariciaban el cuello
cerrándome la espita del aliento Mientras, mi corazón se aceleraba escuchando
su respiración entrecortada. Tenía calor y las rojeces de mis mejillas
comenzaban a emerger. Él también tenía calor, me estaba empapando con su sudor.
Sus manos no soltaban mi cuello, y mi cuerpo poco a poco se
empequeñecía frente al suyo, robusto, firme y musculado. En un instante sus
ojos negros penetrantes se clavaron en mí, junto a la última bocanada de aire
que me permitió tomar.
Ya, mi cuerpo no era mío. Mi boca dibujaba en el aire
blasfemias sin control y mis ojos en blanco quedaron hasta que entre espasmos
mi cuerpo se rindió y comenzó a perecer entre sus brazos.
Su fría sonrisa de satisfacción se desvanecía junto a mi
cuerpo, incluso mis asustados pensamientos desfallecían. Ya no sentía nada,
estaba muriendo.
Lo único que escuché antes de perder la consciencia fue un
amago de susurro que decía que me quería.
¿Drogadictos? ¿Quienes? ¿Qué son? ¿Son seres despreciables?¿No se merecen su vida?
En el fondo, ellos son una imagen llevada al extremo de lo que somos todos.
UNOS DROGADICTOS.
Nadie, absolutamente nadie sobre la faz de la tierra se excluye de este gran grupo. ¿Por qué? Veamos la definición de drogadicto y la de droga:
Drogadicto: adj. y s. [Persona] que depende física o psíquicamente de una droga, debido al consumo reiterado de la misma.
¿Pero que es una droga?
Droga: f. Nombre genérico de ciertas sustancias usadas en industria, medicina o química
Cualquier sustancia de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno y cuyo consumo reiterado puede provocar adicción o dependencia.
Cualquier cosa que crea hábito o dependencia.
Cada día, estoy más y más convencida de que todo en exceso es como una droga: el amor, el sexo, la comida, la charla, Internet, libros, sabiduría, películas, contacto físico, la música, la risa, las medicinas, la televisión, el deporte, la cocina, los dulces, la fotografía, el arte, la fe, la moda, los videojuegos, el baile, el trabajo... Todo nos crea dependencia, ¡somos seres dependientes por naturaleza!, ¡seres drogadictos por naturaleza!
Incluso lo más simple, como una amistad, una relación de afecto puede convertirse en una dependencia abismal.
Y sí, yo lo acepto tal y como es, soy una dependiente, una dorgadicta a las carcajadas, a llorar de risa, a abrazar y mimar a mis amigos, a los videojuegos, a los dulces y a los libros. Muchas drogas para una persona tan pequeña. Pero lo que mola ¿Qué?
El aroma de cada endeble gota de lluvia me provocaba un estado placentero que me alejaba de mi problemática vida. A su vez el sonido de Led Zeppelin acariciaba cada parte de mi cuerpo que hacía que olvidara de todo cuanto he vivido y fue entonces cuando él me susurró al oído:
El tiempo sigue su curso y yo, con los ojos tapados me enfrento a varios caminos, cada uno de ellos diferente que cambiará mi vida radicalmente.
Tic Tac. El tiempo no se detiene.
Las circunstancias me dan patadas, me oprimen y me susurran al oído que elija. Confundida, desorientada intento aplazarlo un poco mas. Él no me deja, anciano cascarrabias, siempre con sus prisas me avasalla y me obliga a elegir.
Tic Tac.El tiempo no se detiene.
¿Saldrá bien? No lo sé. ¿Saldrá mal? Lo más probable.