
Pero ella solo lloraba.
Los arboles bailaban al son de la música de sus hojas para alegrarla y los insectos la acariciaban suavemente para animarla. Incluso los lobos y ardillas la miraban y se acurrucaban con ella para que no se sintiese sola.
Todo fue en vano pues la bella muchacha sin aliento quedó y su frío cuerpo entre arbustos sucumbió.
Pobre hija de la naturaleza, cuya mirada fue una vez ladrona de muchos corazones ahora se hallaba pétrea, fija y sin vida.
¿Fue la naturaleza quien le quito la vida? ¿O fue el ser humano?
Pobre muchacha, sólo el viento y los árboles la echarían de menos.
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