jueves, 5 de julio de 2012

13ª Página: Amor después de la muerte.



Me desperté desnuda junto al alba. La ventana había quedado abierta y los primeros rayos de sol me acariciaban la cara. No pude evitar esbozar una sonrisa al pensar en que había realizado mi mayor sueño: pasar una noche con él, poder perderme en su intensa mirada y sentir su cuerpo desnudo contra el mío.













Él, que seguramente estará ahora recordando en profundos sueños la alocada noche de ayer.
¡Qué noche!
Nadie podría expresar cómo me tocaba, la rudeza de sus brazos y cómo me agarraba cariñosa y violentamente. Sus palabras vacilantes, inseguras me volvían aún mas loca. Y su sonrisa, sobre todo su sonrisa llena de ternura que a su vez emanaba un río de lujuria me obligaba a desearlo aún mas.
¡Qué noche! Pero qué fugaz.






En ese momento no pude evitar girarme para verlo una última vez, besarle sus ahora pálidos y fríos labios y acurrucarme sollozando junto a su cuerpo. Maldecía a Dios y a sus leyes y a nuestra apresurada despedida.







Bueno, era de esperar, a la muerte no le gusta compartir pareja y la pobre tez cadavérica de mi amor ya me pedía descansar donde debía.




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